Fantástica película que desborda honestidad, optimismo, luz y frescura por todos sus poros. Porque en Shortbus, si se va la luz... Se encienden velas. Porque suceda lo que suceda en este mundo lleno de miedo, cuando parece que hemos perdido el rumbo, cuando las catástrofes nos descolocan y nos sacan de nuestra burbuja de falsa seguridad, cuando nos sentimos indefensos... Podemos ir a Shortbus, el lugar donde se es perdonado, donde no eres juzgado... Un lugar donde se habla de arte, de amor... y de sexo. De sexo como lo que es, como esa maravilla que nos une, que nos hace conocernos, querernos, disfrutar... El sexo que hace que la luz vuelva a nuestros hogares. El sexo como expresión del amor, y no como un amor estrictamente sentimental o de pareja, aunque también como ese... Shortbus es un reflejo de la sociedad americana tras el 11 de septiembre y como ante el miedo, existe el optimismo y la esperanza, ante la guerra esta el amor (y el sexo). De lo que nos enriquecen los demás, y el diálogo entre nosotros, con total sinceridad. Un canto a la apertura total de la mente, a la exploración de la sexualidad sin ningún tipo de tabú ni puerilidad... Es además una película divertidísima, llena de ingenio. Habla de las dificultades de las relaciones personales, habla de la incomunicación pero a la vez de la incomunicación que se da al hablar sin decir nada, de esta sociedad que observa en lugar de lanzarse a vivir, la sociedad del reality, como tan magistralmente se refleja en esta película con un fino sentido del humor... Personajes sin rumbo, con dudas, con temores, pero con unas ganas irrefrenables de vivir... y de follar. No existe nada igual, y lo reúne todo. Shortbus es única y perfecta, atrevida, dinámica, artística, inteligente, llena de espontaneidad, dulzura, picardía... Fantásticos personajes como la dominatrix, el modelo-cantante, el alcalde, la sexóloga preorgásmica, Justin Bond... Momentos impagables como ese prólogo concebido como un gran acto sexual a múltiples bandas que nos presenta a los personajes a través de las ventanas de Nueva York, en su intimidad sexual, adentrándonos dentro de un cuadro pastel de la ciudad; el fantástico final, cada escena en Shortbus, las conversaciones en la cabina oscura entre la dominatrix y la sexóloga, y esa gran escena repleta de ironía y mala leche, pero a la vez una sana espontaneidad que es el trío gay cantando el himno americano en plena faena... Nunca se ha dicho tanto, sin decir nada, mediante una provocación nada gratuita y con tanto sentido del humor.
Shortbus es una película emocionante, tierna, mordaz, muy viva, tremendamente sexual, explícita y abierta en todos los sentidos, con una maravillosa galería de personajes carismáticos y maravillosos, directa, sincera... Una auténtica joya.
¿Y qué tendrá que decir la Estatua de la Libertad de todo esto?